La historia de Cristian: el hombre del trasplante de corazón que fue un récord

La historia de Cristian: el hombre del trasplante de corazón que fue un récord

“Yo sabía que había otros dos chicos que esperaban un trasplante y que estaban en el mismo piso. Entra una médica, cerca de la medianoche, y me dice: ‘Hay un proceso en curso, están yendo a buscar el órgano en avión y te tengo que hacer unos análisis’. Le pregunté qué era un proceso en curso porque no entendía, llevaba dos horas en lista de espera. ‘Hay un órgano’, me respondió, y le pregunté para quién era. ‘Para vos’. Empecé a llorar como loco. Recuerdo que me sacaron como 20 ‘tachos’ de sangre. A las seis de la mañana me comenzaron a operar y me desperté dos días después con un corazón nuevo”. Con estas palabras y con la voz entrecortada, trató de simplificar su trasplante Cristian Schmidt, un hombre de 40 años que hace cuatro semanas fue operado en la Fundación Favaloro.

La historia de este platense, padre de dos niños de cinco y un año, generó un fuerte impacto en la prestigiosa clínica y mostró el cambio que significó la entrada en vigencia de la “Ley Justina”, que hoy cumple un año en el país y permitió un récord de trasplantes en la Argentina.

Cristian nunca había sentido dolores o problemas de salud en 39 años. Iba al gimnasio tres veces por semana y jugaba con sus pequeños como cualquier hombre de su edad. Una enfermedad y operación cardíaca de su madre fue el detonante de los peores 11 meses de su vida.

“El cirujano que la operó dijo que podía ser hereditario, así que junto a mis dos hermanos nos hicimos los estudios. Esto fue en agosto del año pasado. Ahí se dieron cuenta de que tenía estenosis valvular aórtica severa. Yo nunca había sentido nada, pero estaba eso, que era grave y me tenían que operar. Así que programamos la intervención para el 21 de enero de este año, dos días después de mi cumple de 40 años”, detalló a LA NACION Cristian, que trabaja como empleado judicial en La Plata.

Había un tres por ciento de posibilidades de complicación tras la operación y Cristian entró en ese pequeño margen. Lo que siguió fueron 25 días de internación en los que, producto del tejido del corazón, hizo una trombosis en el ventrículo izquierdo. Luego sufriría un infarto y, con eso, el ingreso nuevamente a quirófano para una cirugía de by-pass. Cerraría esa primera etapa de intervenciones con la colocación de un marcapasos y el alta llegó recién el 14 de febrero.

Sin embargo, como recuerda Cristian, faltaba la “tercera piña”. Su cuerpo no reaccionó correctamente ante la medicación y un eco doppler demostró que el corazón le funcionaba solo en un 24 por ciento. “Casi no podía caminar. Si estaba sentado no pasaba nada, pero si quería ir del living a la cocina, hacía cinco pasos y me agitaba. Me dolía el pecho, el estómago y debía quedarme quieto de nuevo”, reconstruye.

La segunda internación llegó hace un mes. El tres de junio pasado, Cristian fue junto a su mujer desde La Plata al Favaloro para ser evaluado y analizar si su cuadro era compatible con un trasplante.

 

Los primeros estudios graficaron la gravedad de la situación. Debía quedarse internado a la espera de un corazón porque el deterioro le había llegado a los pulmones, el hígado y los riñones. Regresar a su casa, junto a sus pequeños, no era una opción por su delicada situación.

Una espera sin plazos

“El cuatro de junio, el segundo día en la clínica, yo estaba en un lugar que se llama sala de recuperación, donde me habían llevado luego de hacerme un cateterismo, y me tiraron números. Me dijeron que podía estar ahí semanas, meses y hasta un año y medio. Ahí se me cayó el mundo abajo”, contó.

“Fue muy fuerte porque en la clínica era muy difícil que fueran los nenes por una cuestión de cuidarlos a ellos. Así que no sabía cuándo los iba a poder ver de nuevo. Estaba muy angustiado con ese tema. Estaba hablando con mi mujer, habrán sido las 11.30 de la noche, cuando entró la médica con la noticia del corazón. ¡Dos horas habían pasado que estaba en la lista de espera! No lo podía creer”, dijo Cristian, emocionado.

Récord

En la cabeza del casi abogado -le quedan dos materias para recibirse- aún resuena la frase que le dijeron los profesionales antes de comenzar la operación: “Sos un récord. Nunca antes habíamos tenido un caso de tan solo dos horas en lista de espera del Incucai”.

La operación fue exitosa y ese mismo día Cristian tenía su nuevo corazón. “Calzó perfecto, el tamaño era el indicado, eso les llamó la atención”, contó el hombre, que pasó 11 días internado, dos de ellos inconsciente. “Cuando me desperté no sabía dónde estaba, preguntaba la hora, pero no sabía qué día era. A los días me dieron el alta”, detalló.

 

“¡Anto, llegó el remedio para papá!”

Quien también contó cómo vivieron esos días fue Valeria, la esposa de Cristian, que relató todo el proceso en un posteo en su cuenta de Facebook luego de que le dieran el alta a su marido, hace tres semanas.

“Ese cuatro de junio llegué a casa alrededor de las 22, llorando. Ahí le conté a mis padres el día terrible que habíamos tenido, lo que serían los días venideros, el futuro de Cris, su vida y la nuestra. Dormí abrazada a Antonio -su hijo mayor-, intentando encontrar en su respiración algo de paz y así fue”, detalló la abogada, y agregó: “A las 00:40 del 5 de junio un llamado de Fundación Favaloro me informaba que ‘un operativo estaba en marcha’. Lloré, mucho. Mamá no entendía y le expliqué. Antonio lloraba por verme así y le dije: ‘Llegó el remedio para papá, Anto'”.

Valeria se levantó y fue, junto a su suegro, hacia la clínica. “Lo vi a Cristian tan feliz, esperanzado y dispuesto a batallar por la vida, por sus hijos. Para nosotros estaba ocurriendo un milagro. Un ángel había cedido su corazón para que alguien pudiera continuar este camino, nunca antes en la historia de la Fundación un órgano había llegado tan pronto”, escribió la mujer, y detalló: “Cuatro horas tuvimos que esperar para que se confirmara la operación. Hasta último momento podía existir la posibilidad que alguna cuestión de compatibilidad o de deterioro del corazón venidero impidiera la intervención. Sin embargo, a las 5:15 el enfermero salió de la sala al grito de ‘¡Cristian a quirófano!’. Nos llenó de emoción y esperanza”.

“Esperamos hasta el mediodía. El cirujano Bertolotti llamó para decirnos el resultado de la intervención. Angustiados, asustados, esperanzados, entramos a la sala del cuarto piso esperando la llega de ‘Berto’ para que, finalmente, nos contara el estado de Cris. Antes de emitir sonido, sonrió. Eso fue todo para nosotros. La operación había sido exitosa, el corazón y Cris eran uno solo y se habían aceptado desde el primer instante en que tuvieron contacto”, recordó Valeria.

“Los abrazaría y les diría gracias”

Aunque legalmente en la Argentina una persona no puede saber de quién era el órgano que recibió, como tampoco la familia del donante puede saber el destino de ese órgano, Cristian trata de reconstruir el camino que le permitió tener una segunda oportunidad.

“Si tuviera enfrente a la familia de esa persona, no sabría cómo expresar todos los sentimientos que tengo guardados. No sé cómo transmitirlos”, confesó con la voz entrecortada, y agregó: “Los abrazaría, les diría gracias y no sé qué más me saldría en ese momento. Me saldría abrazarlos…”.

Cristian también reconoce que no sabe cuál puede ser la reacción de los familiares. “Trataría de ser muy cuidadoso, porque para mí fue una felicidad, pero para ellos fue un dolor muy grande”.

La Argentina alcanzó cifras que se acercan a las de la Unión Europea desde que se aprobó la nueva Ley de Trasplante de Órganos, conocida como “Ley Justina”, en julio de 2018. Desde ese momento hubo 871 donantes cuyos órganos llegaron a 1958 pacientes de todo el país, informó el Instituto Nacional Coordinador de Ablación e Implante (Incucai).

“De esta forma, entre el 1º de julio de 2018 y el 30 de junio de este año la tasa de donantes fue de 19.5 por millón de habitantes, la más alta de la historia de nuestro país”, informó el organismo y agregó que esa cifra “se acerca por primera vez al promedio de los países de la Unión Europea, que es de 22,3 donantes por millón de habitantes”.

El 4 de julio de 2018, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó por unanimidad el proyecto que modificó la antigua ley de trasplantes, del que participaron activamente los padres de Justina, una niña que murió en la Fundación Favaloro de Buenos Aires tras esperar un corazón por más de cuatro meses.

La actual ley plantea que todos los argentinos mayores de 18 años son considerados donantes, excepto aquellos que manifiesten expresamente lo contrario. Hasta entonces, solo eran considerados donantes quienes se hubieran registrado como tales y, en caso de no haber dejado constancia de su voluntad por la afirmativa o la negativa, era la familia de la persona fallecida la que debía decidir.

Fuente: La Nación